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Foto del escritorAlejandra De Yturbe

Enseña a leer para el resto de la vida.

No soy una experta en escritura ni una lectora empedernida, pero sí creo en el poder de la lectura. El primer requisito: querer leer, interés y motivación.


Les comparto un enfoque para enseñar a leer; lo aprendí junto con mis hijos, en su colegio. El enfoque consiste en seguir esta simple recomendación con un profundo trasfondo y maravillosos resultados.

"NO DEJES QUE EL NIÑO PEQUEÑO LEA SOLO. LÉELE TÚ."

Quizás crecimos en una era en donde “saber leer” era un requisito para pasar la primaria y el que primero lo lograra era el orgullo de la familia, considerado el niño genio del salón. Era común que el proceso incluyera obligar al niño a leer pronto, independientemente de su desarrollo, interés o necesidad. Se recurría al “no te levantas de la mesa hasta que termines tu lectura.”


El niño, muy probablemente, aprendió a decodificar los símbolos de la escritura, cumplió con su obligación escolar, cerró el libro y se fue a perseguir algo que le interesara más.


En el enfoque que te propongo se busca más que decodificar y cumplir. Aquí la mecánica de lectura implica varios procesos más elevados, como comprender, deducir, abstraer, analizar, imaginar y aprender.

“Aprendemos a leer de los 0 a 10 años, y de los 10 años en adelante, leemos para aprender”.

Este enfoque implica enseñar a leer para la vida. Es más lento, pero en perspectiva, invertir 10 años de aprendizaje para toda una vida, es nada. Comencemos. El niño desde pequeño, dada la oportunidad de tener libros, empieza a leer imágenes, objetos y letras sin entender, pero con gran curiosidad.


Cuando en el colegio empiezan a ver símbolos (letras y números), hay un interés por decodificarlos. Si el niño intenta leer solo, se traba; no hay fluidez ni entonación y nadie entiende nada. Probablemente, ni haya la conexión neurológica requerida para lograrlo, incluso practicando.





Es aquí donde debemos evitar la frustración, fomentar el interés, el amor a la lectura, sin esperar resultados rápidos.


Esto se logra creando connotaciones positivas y emocionales. Para hacerlo, tanto maestros como papás (especialmente papás) deben de propiciar frecuentemente un momento especial de lectura, donde el adulto ponga toda su atención en leer algo cheverísimo a los niños.



Si es en casa, sugiero que sea en un espacio en donde se puedan abrazar y haya paz en el hogar.


No importa si no haces bien las voces, te saltas páginas o inventas. Los niños atesorarán esos momentos y los buscarán todos los días. Se creará una conexión emocional con la lectura, que perdurará toda la vida.


En el colegio, programa un tiempo de Cuenta Cuentos. Si es posible, rompe el esquema del salón. Por ejemplo, todos en círculo sentados en el piso; salir al patio y sentarse debajo del árbol; apagar la luz y permitir que los alumnos se acuesten en el pupitre con los ojos cerrados a escuchar. También puedes añadir otros detalles para hacer el momento más especial, como que lleven su tapete para el piso, un snack para después o, claro, llevar su libro favorito de casa para compartir.


En los dos casos, los tiempos de lectura pueden ser con cuentos o libros académicos. Yo he aprendido muchísimo leyendo con mis hijos la tarea de historia, geografía o cívica. Se los leí yo como quien lee un cuento, y después conversamos y analizamos puntos muy interesantes.


Poco a poco, el niño descubrirá que en los libros hay más de lo que se ve; que al leer pasan muchas cosas, y procurará estos espacios por sí mismo. Llegará un día en que te diga “ahora yo quiero leer”. Y esperemos que ese sentimiento dure toda una vida.

Cuando finalmente haya aprendido a leer, leerá el resto de su vida para aprender.

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